Los animales también tienen personalidad
Todos los animales muestran, dentro del rango típico de cada especie, variaciones individuales de comportamiento. En todos los grupos, desde arañas a gorilas, pasando por pulpos y, por supuesto, incluyendo a al ser humano, podemos encontrar individuos que sean, por ejemplo, más nerviosos, activos, curiosos o agresivos que otros. Y nadie que viva con mascotas en casa podría poner en duda esta afirmación.
La gata de mi hermana es un buen ejemplo, sin ir más lejos. Esa pequeña bola de pelo de ojos tiernos es un torbellino de destrucción que arrasa todo lo que encuentra a su paso, sin detenerse siquiera un instante a observar sus logros. En cambio, Sócrates, el gatazo del bar de la esquina, sólo se levanta de su rincón si se le ofrecen los más exquisitos bocados. Y a veces ni así. Estas diferencias del comportamiento son constantes incluso en diferentes situaciones. Por ejemplo, viajando en coche. Mientras Mía, la pequeña felina, se desgañitará maullando durante todo el trayecto (de ahí su onomatopéyico nombre), Sócrates, probablemente, no tardará en dormirse, aprovechando el suave vaivén. Y, aunque pueden atenuarse con la edad, estos temperamentos individuales probablemente no cambiarán en mucho tiempo.
El conjunto de estas diferencias del comportamiento individual, constantes en el tiempo y/o en distintas situaciones, es lo que conocemos como personalidad.
Para que la personalidad resulte más fácil de estudiar, los científicos la dividen en “ejes”. Por ejemplo, los dos gatos de los que hablábamos un poco más arriba están en los extremos opuestos del eje de actividad. Otro eje podría ser, por ejemplo, la exploración, es decir, el modo en que un individuo examina su entorno. Así, hay animales que exploran rápida y someramente, mientras que otros lo hacen de modo más lento, pero exhaustivo.
En algunas especies, estos ejes de la personalidad pueden ir ligados en cierta manera formando un “síndrome comportamental”. En algunas aves, por ejemplo, los individuos que exploran más rápido suelen ser más atrevidos, agresivos y dominantes.
Cuando la personalidad determina la propia supervivencia
Al igual que entre humanos, para el resto de los animales la personalidad también juega un importante papel en muchos aspectos de sus procesos vitales. Por ejemplo, hay gorriones tan atrevidos que se han acostumbrado a entrar en los bares para picotear restos de comida en las mesas de los clientes. Un gorrión así de valiente probablemente pasará menos hambre que el resto de sus compañeros más tímidos. Sin embargo, está corriendo potencialmente más riesgos que ellos. Por ejemplo, si un día entrase en el bar de Sócrates (y éste decidiera levantarse, claro está), su personalidad le habría colocado en una situación delicada. Como vemos, este eje de la personalidad (Atrevimiento-Timidez) puede llegar a determinar la propia supervivencia. Esto implica que, en una situación en la que haya pocos recursos, pero tampoco muchos predadores, los individuos “valientes” tienen cierta ventaja. En esta situación los individuos valientes se reproducirían más. Como la personalidad, en gran parte, tiene una componente hereditaria, la proporción valientes/tímidos podría llegar a cambiar. Por el contrario, si los predadores aumentasen, la ventaja podría desaparecer o, incluso, invertirse, con el consiguiente cambio en la población. Los extremos del eje de la exploración también confieren al individuo diferentes ventajas y limitaciones: Los exploradores “rápidos” son buenos encontrando fuentes de alimento que les sean familiares, pero son bastante rutinarios y no se adaptan bien a los cambios. En cambio, los exploradores “lentos” son más flexibles y más capacitados para adaptarse a nuevas fuentes de alimento. Incluso, al ser más detallistas, aprenden más rápido a distinguir presas aposemáticas (aquellas con coloraciones llamativas, tóxicas o de mal sabor).
Dependiendo de nuestra propia personalidad, todos tenemos preferencias con respecto a la personalidad de nuestros potenciales compañeros sociales o parejas. Esto no es distinto para otros animales, máxime cuando la personalidad puede tener, como hemos visto, una importante influencia en la supervivencia. Por ejemplo, un herrerillo podría preferir como compañero social a un explorador lento, para que le ayudara a reconocer presas aposemáticas, o una hembra de carbonero podría preferir como pareja a un macho más agresivo, que probablemente sería dominante y le permitiría disfrutar de un mayor territorio y acceso a más recursos…
¿No sería práctico, entonces, poder conocer a priori la personalidad de un individuo? Así podríamos decidir si escogerlo o no como pareja o compañero social. De hecho, entre humanos lo hacemos, aunque a veces sea sin darnos cuenta. Nos fijamos en sutiles pistas del comportamiento, como la forma de dar la mano, de sostener la mirada, o el tono de voz…
¿Y cómo lo pueden hacer las aves?
Sabemos que el plumaje de un ave puede reflejar cualidades del individuo tales como su salud, su resistencia a los parásitos, su grado de dominancia o, incluso, su habilidad para encontrar alimento. ¿Sería posible también que las aves pudieran informar sobre su personalidad a través del plumaje? Para responder a esta pregunta, en el Laboratori de Natura del Museu de Ciències Naturals de Barcelona realizamos un experimento con machos de lúgano (Carduelis spinus).
Estas pequeñas aves tienen un babero negro bajo el pico, que sabemos que funciona como la insignia o galón de un militar, indicando el rango de ese individuo dentro del grupo social. Los lúganos con baberos más grandes son dominantes sobre sus compañeros y, a menudo, son los que inician agresiones cuando compiten por comida u otros recursos. Dado que, en algunas especies, los individuos agresivos suelen ser también exploradores rápidos, propusimos la hipótesis de que individuos de manchas más grandes probablemente se comportarían también como exploradores rápidos.
Para probar esta hipótesis realizamos un experimento en el que cada macho era introducido en una jaula junto a un objeto novedoso. Midiendo el tiempo que tardaba cada individuo en acercarse a “investigar” podíamos distinguir a individuos cautos de aquellos más “exploradores”. Al analizar este tiempo en relación a distintos caracteres físicos (edad, longitud del tarso, peso, tamaño de la banda amarilla alar, y el área del babero negro) pudimos constatar que la tendencia a acercarse al objeto nuevo dependía únicamente del área del babero negro, es decir, que individuos de áreas mayores mostraban mayor tendencia a explorar, independientemente de su edad, tamaño, peso, o de otros caracteres del plumaje.
Estos resultados confirman la idea de que este tipo de señales del plumaje pueden servir de fuente de información sobre la personalidad del individuo y, probablemente, tienen una importante función en procesos de selección social y sexual.
Me ha parecido realmente interesante la relación sobre el comportamiento de las aves y los caracteres morfológicos que se pueden identificar en esta lectura. Excelente blog.
Muchas gracias!